
Por: Migdalia González Arroyo, MBA
Exsenadora y expresidenta de la Comisión de Asuntos de las Mujeres.
Cada 8 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una fecha que nos recuerda la lucha histórica de las mujeres por la equidad, el reconocimiento y el respeto en el ámbito laboral y en la sociedad. No es un día de celebración, sino de reflexión y acción. Es una oportunidad para analizar cuánto hemos avanzado y, sobre todo, cuánto nos falta por lograr.
En Puerto Rico, las mujeres han sido pilares fundamentales del desarrollo económico y social. Sin embargo, persisten desigualdades que limitan su progreso. La brecha salarial sigue siendo una realidad: las mujeres, en promedio, ganan menos que los hombres por el mismo trabajo. A esto se suma la dificultad para acceder a posiciones de liderazgo, la carga desproporcionada del trabajo doméstico no remunerado y la violencia de género, que continúa arrebatándonos vidas.
El progreso de las mujeres no es solo un asunto de equidad, sino de justicia y desarrollo. Un país que ignora o minimiza la desigualdad de género está frenando su propio crecimiento. Cuando las mujeres tienen acceso a empleos bien remunerados, oportunidades de ascenso y ambientes laborales libres de violencia y acoso, toda la sociedad se beneficia.
Enfrentar estos desafíos requiere compromiso de todos los sectores: gobierno, empresa privada y ciudadanía. Debemos fortalecer las leyes que protegen a las trabajadoras y garantizar su cumplimiento. La educación con perspectiva de género es clave para erradicar prejuicios desde las primeras etapas de formación. Es necesario fomentar políticas laborales que promuevan la conciliación entre la vida profesional y personal, asegurando acceso a licencias parentales equitativas y espacios de cuido accesibles.
También es imprescindible que las mujeres continúen organizándose y alzando la voz. La historia nos demuestra que los mayores avances han sido fruto de la lucha colectiva. No podemos conformarnos con pequeños logros ni aceptar discursos que minimicen la realidad que vivimos.
El 8 de marzo debe impulsarnos a seguir trabajando por un Puerto Rico donde el talento, la capacidad y el esfuerzo de las mujeres sean reconocidos sin distinciones. Un país en el que ninguna mujer tenga que elegir entre su carrera y su familia, donde su seguridad esté garantizada y donde sus derechos sean prioridad. La igualdad no es un favor ni un privilegio: es un derecho. Y la lucha continúa.