El tema de la equidad entre mujeres y hombres siempre genera un debate, ya que ambos merecen los mismos derechos y oportunidades, reconociendo nuestras diferencias en todas las áreas. Las experiencias de las personas desde su género nos demuestran que la desigualdad es parte de nuestro diario vivir. Estas diferencias se manifiestan en todos los espacios. Algunas personas afirman que las tareas domésticas son asunto femenino, pero ¿realmente la cocina es tarea de mujeres?
A pesar de que en algunos escenarios domésticos la responsabilidad es compartida, no siempre es así. La carga de las tareas en casa en muchas ocasiones es desequilibrada y recae mayormente en la mujer. Esto se debe a lo que hemos aprendido por generaciones, pero estamos a tiempo de un cambio. Fomentar la responsabilidad compartida en las tareas domésticas, es un paso importante hacia la equidad de género. Para lograrlo es necesario que todas las personas asuman responsabilidades dentro de la casa. El desbalance en la distribución de tareas en el hogar legitima la idea de que las mujeres son las únicas responsables del trabajo doméstico. Para alcanzar la equidad urge enseñar a niñas y niños sobre las habilidades, independientemente del género, recordando que no existen tareas domésticas femeninas o masculinas.
Los roles estereotipados de género afectan más a las mujeres, ya que les obligan a encontrar un balance entre su vida profesional y familiar, desatendiendo muchas veces sus propias necesidades. Muchas mujeres continúan al frente del cuidado familiar, mientras se abren espacios en el mundo laboral. La búsqueda del balance entre el trabajo doméstico, el cuidado de la familia y el éxito profesional nos lleva a una quemazón producto de la doble o triple jornada. El éxito de las mujeres y el logro de la equidad depende en gran medida de las oportunidades para desarrollarse y mantener un balance entre sus múltiples roles. Si aprendemos que todas las personas somos responsables de las tareas domésticas, daremos un paso firme hacia la equidad.