UN JIBARITO QUE SE FUE – Orquesta Del Rey De Puerto Rico
Todo va quedando listo para el lanzamiento de la sexta producción musical de la Orquesta Del Rey De Puerto Rico, la misma que titulará BORICUA LEVANTA TU BANDERA. Para los efectos, Eduardo Alvelo, su trompetista, líder y director fundador presenta en sociedad un nuevo sencillo que será parte del próximo trabajo musical. Éste lleva por título “Un Jibarito Que Se Fue”, de la pluma de “El Gigante De La Salsa”: Miguel A. García y el arreglo de Juan Carlos “Juaco” Cardona para la voz de Jorge Agosto Ortiz, parte de la delantera vocal de la agrupación.
La Orquesta Del Rey de Puerto Rico ha celebrado recientemente sus primeros 16 años en la escena musical puertorriqueña e internacional, a la que ha trascendido debido a su dedicado trabajo que se traduce, por un lado, en la industria de las grabaciones, en cinco producciones discográficas y algunos sencillos que serán parte de su nuevo y próximo lanzamiento musical. Por otro lado, presentaciones en diferentes escenarios que le han permitido hacerse de merecidas distinciones y reconocimientos. La más reciente, en el Concurso de Orquestas de Salsa Virtual World Wide: segunda edición del Día Internacional De La Salsa – Panamá 2021, que le permitirá su participación en la siguiente edición del Día Nacional de la Salsa, el próximo año.
Como se menciona líneas arriba, su aniversario y el reciente triunfo obtenido, lo celebran como corresponde: con música; lanzando al mercado el presente sencillo de título “Un Jibarito Que Se Fue”.
Sobre la palabra “Jíbaro”, debemos de aclarar que, si bien se le suele asociar con el poblador de la montaña, su origen y relación se remontan al tiempo de la dominación española y entonces, a ese poblador común, mezcla del poblador nativo (taíno) con su colonizador (castellanos y europeos), reconocible -se dice- por su modo de ser, vestir y hablar. En tiempos más cercanos (modernos), la palabra “Jíbaro” se conecta más bien con el sentimiento y orgullo patrio, la sencillez, la prudencia, el trabajo y el espíritu independiente, descrito de manera insuperable por el médico y escritor Manuel A. Alonso Pacheco (en el siglo XIX) como el buen puertorriqueño por copiar: “… el alma de ilusiones anhelante, / agudo ingenio, libre y arrogante, / pensar inquieto, mente acalorada, / humano, afable, justo, dadivoso, / en empresas de amor siempre variable, / tras la gloria y placer siempre afanoso, / y en amor a su patria insuperable /…”.
Necesario reseñar que, la historia de los procesos migratorios de la nación puertorriqueña se remonta, según el escritor, editor y economista ponceño Julio César Pol, a los primeros años del siglo XX: 1900 – 1901 exactamente, cuando mano de obra diestra en los menesteres agrícolas viajase a Hawaii (en ese entonces territorio anexado de Estados Unidos). Dos décadas después (1927), familias completas viajarían al estado de Arizona para trabajar en los campos de algodón. A la par, una migración constante (durante toda la primera mitad del siglo XX) al noreste del país norteamericano, especialmente al estado de Nueva York. Sin embargo, a finales de los años sesenta, se produce el proceso inverso: el retorno a la patria, de aquellos y aquellas que marcharon, incluso de los que nacieron en suelo estadounidense.
¿Hubo y hay quienes se “exiliaron” a perpetuidad? Tenemos que responder de manera afirmativa. ¿Las razones?: de las más diversas. Pero podemos decir también, totalmente convencidos, que nunca nadie se va del lugar que quiere: adonde vaya, aún si el retorno no le fue o será posible, sus costumbres, sus querencias, sus recuerdos, su historia, su cultura, su tierra, van con él o ella. Así ha sido, así es y así será el Jíbaro Puertorriqueño.
Estos sucesos se plasman, de alguna manera, en esta composición de la vena creativa de Miguel A. García, “El Gigante De La Salsa” quien cuenta la historia de un “jibarito” que se fue, en busca de “mejores” oportunidades, como muchas y muchos lo han hecho: por estudios, por salud, por trabajo, etc., dejando atrás sus pertenencias, a sus seres queridos y a su patria amada; instalándose en alguna metrópoli de cemento del otro lado del charco, consiguiendo en base a esfuerzo y trabajo, una nueva vida: cambiando -tal vez- su estilo de vivir pero siempre añorando a su pueblo y a los suyos.