Si no la vieron… se la perdieron. (…)
Yo no soy crítico de teatro… yo solo soy un humilde teatrero que ha venido haciendo y viendo teatro por poco más de 40 años. (…) Así que, con esta información, ya podrán concluir que “Doble Cara” me gustó.
De pequeño era “malamañoso”, no me gustaba el aguacate… aunque nunca probé uno hasta mis 21 años. Cuando lo hice, descubrí una de las frutas más sabrosas que jamás había probado y que, desde ese día al presente, es de mis preferidas. Así me ha pasado con la extensa obra de Adriana Pantoja. Hoy, por primera vez, acabo de ver una excelente muestra de su trabajo. Claro que el enajenado he sido yo… ella tiene una fructífera y admirable trayectoria de 33 años. Luego de haber visto su montaje, no quisiera perderme ninguno otro; y les sugiero a ustedes que igualmente la sigan y disfruten de su talento.
Bueno… DOBLE CARA… última función, hoy domingo 10 de abril de 2022. Comenzaré por elogiar los valores de producción. En tiempos en los que ser creativo es imperativo para un montaje teatral costo efectivo, contar con una escenografía funcional y adecuada para el desplazamiento de los actores es un lujo que el público debe agradecer. La escenografía estuvo a cargo de José Luis Gutiérrez Reyes. La misma estuvo muy bien construida y la selección de colores sobrios con colores brillantes, haciendo contraste, fue muy adecuada y agradable. También se tuvo el cuidado de trabajar el piso que demarcó toda el área de actuación. El uso de plataformas y escaleras recreando un altar permitió contar con áreas de actuación en niveles y, también, delimitar espacios para los recursos que dramatizaron el lenguaje de señas disponible en todas las funciones. Los tres bancos para sentarse ayudaron a los actores a desarrollar escenas especiales en varios momentos de la pieza. Vale destacar la enorme cruz, con alambre de púas, que colgaba del techo: su posición le daba una altura imponente al escenario y constituía, en sí misma, un objeto que nos llevaba a la reflexión.
La iluminación de Omar Torres jugó un papel importante en el montaje, haciendo perfecta armonía con la escenografía y demarcando áreas de actuación en momentos particulares, así como cambios de ambientación y especiales. El sonido y la música de Chenan Martínez no fueron protagónicos, sino que le brindaron el apoyo que necesitó la pieza en momentos dados en la trama. Muy bien realizadas las llamadas del obispo a través del “speaker” del celular. La calidad del sonido recreaba efectivamente el sonido de un celular y no las bocinas de una sala de teatro. Igualmente cuando tocaban a la puerta, la resonancia provenía del lugar exacto, con un volumen real de sonido.
La dirección de la pieza es digna de elogio también. Adriana movió a sus actores en un espacio proyectado a tres lados, manteniendo satisfecho al público de cada lado. Excelente balance escénico y uso de múltiples áreas de actuación a través de las, aproximadamente, dos horas de duración, sin intermedio. Y no empece la presentación fue sin intermedio, el ritmo del montaje fue adecuado y no se hizo larga ni lenta la obra en ningún momento. El desplazamiento de los personajes fluía con gran naturalidad, recreando al público escenas que parecían sacadas de la vida real. En su obra, la dramaturga trata, con mucho respeto y responsabilidad, la triste realidad que enfrentan algunos hombres que se someten al celibato, reprimiendo sus instintos o sentimientos naturales; y cómo esto puede afectar a terceros. Lo interesante de la propuesta de Adriana es que le permite a la audiencia visualizar estas circunstancias desde los diferentes puntos de vista, concluyendo que, en esos casos, todos pueden ser víctimas de las circunstancias, de alguna u otra manera… aunque queda claro que unos son más vulnerables que otros.
Las actuaciones estuvieron magistrales. Omar Torres luce con mucha credibilidad en la interpretación de su personaje… su postura, su “body language”, su forma de caminar, un tipo raro de verdad… Les juro que yo he visto a ese tipo acá afuera en la vida real. ¡Muy bien logrado!
José Luis Gutiérrez posee una naturalidad tan extraordinaria que te hace creer que estas espiando un hecho verídico. Un actor con mucha “tabla”. Trabajó su personaje de sacerdote con mucha sensibilidad. Aprovechó al máximo las transiciones de su personaje. Fuerza y ternura; convicción y sinceridad. Sin duda, trabajó un personaje inspirador. Estuvo muy bien “casteado” para este personaje.
La veteranía de Willie Denton se hace notable en el desarrollo del personaje más fuerte de la pieza. Sus matices y transiciones nos llevan en una montaña rusa de emociones; y, pese a las faltas de su personaje, la audiencia pudo llegar a ser empática con él. Con la dicción extraordinaria que caracteriza a Willie, éste desnuda efectivamente las interioridades de un personaje que carga una crisis existencial complicada.
Laura Isabel tuvo una corta intervención en un personaje inesperado, el cual le dio un giro diferente a la historia. Pero, a pesar de ser un personaje corto, ella aprovechó su momento para brillar y tuvo pleno control de la escena, la cual fue notablemente dramática. Fue refrescante contar con ese personaje femenino, que añadió otro tipo de sentimiento y emoción al montaje. Su ejecución estuvo muy bien balanceada con la de sus compañeros, manteniendo la calidad actoral de la pieza en óptimos niveles.
He dejado para lo último a Jorge Armando por haber encarnado al personaje que le robó el corazón al público. Este actor es mi amigo: lo conozco desde que él tenía 6 años y ya se lucía en obras de teatro infantil. Confieso que, cuando lo vi entrar al escenario por primera vez en esta obra, su personaje me confundió por diferentes razones. Una de ellas fue que, en un montaje con tanto realismo, se me hacía difícil verlo como un adolescente de 15 años. Además, su personaje sufría de la condición conocida como Síndrome de Asperger. Esto lleva al personaje a comportarse de una manera diferente a como se comportaría un adolescente de esa edad. En este caso, el personaje era aún más aniñado. Eso lo alejaba aún más de la edad del actor. Encima, manifestaba ciertos problemas de aprendizaje y de comportamiento. Precisamente, gracias a la vasta experiencia y recurso histriónico de Jorge Armando, éste pudo llevarnos a darnos cuenta, oportunamente, que este personaje tenía un problema psicológico. Era notable que el actor hizo un buen estudio de personaje y preparación para recrear la expresión corporal y forma de hablar de un adolescente con esa condición, de manera que, al rato, se nos olvidara que se trataba de un actor adulto en escena. En ese sentido es un trabajo encomiable de su parte.
Definitivamente, Adriana le apostó a Jorge Armando y éste no le falló. Pero pienso que un actor más cercano a esa edad hubiese recreado la fantasía teatral con más efectividad.
Así que, concluyendo, no se quede sin probar el aguacate; y, la próxima vez que usted vea una promoción de una obra de Adriana Pantoja o de Cuarzo Blanco, Inc., hágase un favor y corra a reservar sus boletos.